pupitres
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Pupitres |
Los pupitres habían olvidado a los niños que cada primavera rasparon y enceraron su tablero. La pizarra oscura asomaba su alma de arena junto a la fecha escrita por el maestro. Un portón trasero saludará cantando los comienzos del recreo en el patio desnutrido. En la escuela de don Santiago, el catón ha llevado a la copia de la elemental enciclopedia que solo alegran los lápices alpinos. Los días luminosos llenaremos el tintero y usando pluma y palillero pasaremos a limpio las historias del cuaderno. Las clases se acaban rezando el padrenuestro.
De la mar llegaban aires nuevos. Los heliotropos hacían el ingreso y en los libros leíamos los sueños. Aquel maestro había dejado un brazo en el bélico intento y con el otro empuja a los chavales para que den pasaje a lo moderno. En las fichas de tareas se cuelan desarrollos imparables de palabras y el conjunto de las clases nos ofrece un escenario abierto de la culpa. La sociedad toda preparaba las lecciones que don Manuel nos daba.
Los pupitres se visten de formica. Las ventanas se abren al paisaje. El cemento se arma para ciertos. El futuro lleva minifalda. En las aulas reforzadas de muchachos, algunos profesores que no hablaban distinto de nosotros ejercían sus lecciones construyendo. Unos otros aprendemos y en la vida reiniciada de su rueda los jóvenes crecemos de su causa. Los verbos señalaban los caminos del país que asomaba en la frontera.
Pupitres, fragmento de este relato del libro Carbayón en rojo © Luis E. García-Riestra
© Fotografía de Arturo Joaquín
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