Miradas
Cuánto vemos en los ojos redondos del niño que abrió la habitación de los regalos regios y rebota la vista en el tren eléctrico pedido, que se esconde en el túnel de hojalata decorada para aparecer iluminado treinta y cinco centímetros más lejos de la estación de magia abotonada; donde sus manos ordenarán, una y otra vez esa mañana, la salida publicada por las misteriosas consignas de los diminutos nasales altavoces. Cuánto vemos en los ojos níveos del hormonado y joven cruzado de la vida. Sostener las miradas que adivina su estrenado orgullo inquebrantable; conociendo sólo a sus iguales. Responder rápido a las preguntas nuevas; indagando sólo a los amigos. Pasear firme las sendas ignoradas; caminando corto por los ritos. Cuánto vemos en los ojos femeninos y arrasados de dolor, macerado en la sordina del matrimonio sagrado y confortable. Consumido el paso florecido del galán que supo enamorarla, se habitaron los tiempos de crueldades, que entumecen las palabras y arruinan los