detenciones

Detenciones
La encontró rebuscando entre las cosas olvidadas. La imprentilla de los juegos infantiles serviría. Su amigo puso el lugar discreto donde escribir las ilusiones prohibidas. La pequeña galera se llenaba de letreros blandos que anunciaban libertades. El tampón tintado de aquella oscura oficina dio colores al texto cartesiano. La cinta engomada para embalajes fue alumbrando cientos de cartelitos ingenuos que pedían elecciones libres, cortes constituyentes, libertad de reunión; extraños objetos de deseo de la juventud de aquellos años grises. Excitados por el alijo de proclamas ilegales salieron a las calles del verano endomingado. Los escaparates solitarios marcaron la estela contagiosa de bondades que no resistían la historia detenida. Un paso a otro aseguraba de quehaceres a los noveles renegados. Cada escueto lema pegado a su ciudad confirmaba de urgencias la vida distraída.


La patada quemó rabadilla adentro y el manotazo en la nuca lanzó la frente a la pared ahumada del cuartón de entrada a comisaría. Las horas siguientes dolieron su espinazo en una secuencia exacta, solo interrumpida por las entrevistas salvajes con el policía cabreado por su tarde de mus estropeada con aquellos señoritos de universidad que empapelaron de pegatinas liberales las calles cercanas al cuartel. Las charlas se alegraban cuando los colegas de la brigada político social se sumaban a provocar a los chavales, arrimándoles el revólver a la sien y disparando sin bala. La comunión de setenta y dos horas acabó en una celda de la cárcel modelo, en prisión provisionada a cuenta del tribunal albacea del régimen...Y la justicia miró su rostro humano.

Detenciones, fragmento de este relato del  libro Carbayón en rojo
© Luis E. García-Riestra
© Fotografía de Arturo Joaquín

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