código postal


Código postal
Para que el cartero llegue tú tienes que ser nombre; haber nacido de padres conocido; tener hogar y casa que lo guarde. Haber vivido en otros otras vidas, frontera y fin de nuestras voces. Y en la casa persona que la habite, respire y ame los recados; leyendo al futuro la respuesta y guardando recuerdo del remite.

    Creció la villa cuadriculando sus bondades para que cada lugar tuviera su gracia y sus anhelos, sus tiempos y su sello, su apartado y sus cielos. Sembrando las calles de registros; alumbrado, aguas, telefonía; gas, pluviales, energía. En la ciudad civilizada de distritos se escribió la historia cada día.

    Para que tu casa fuera domicilio en el pueblo crecido de palabras construyeron los ecos y las huellas; dieron nombre a tu calle y tu escalera, asegurando tu censo y tu refugio. La sociedad toda protegió sus sueños y aprendió en sus leyes a decirlos. Cuando tú supiste reescribirlos se grabó el código postal de su prodigio. Viajaron selladas las palabras, los miedos y las esperanzas; en sobres timbrados transportaron sus derechos, sus ruegos y sus cuitas. Para que tu casa fuera domicilio se hicieron los hombres ciudadanos.

    Y, cuando el código subió sus dedos a la nube,  se borró la fianza del cartero y se echaron las nuevas a tu espalda. Para que las cartas fueran acuses de recibo, las postales saludos comerciales, los avisos ofertas del trapero. En aquélla, los buzones se hicieron papelera y los mensajes se encomiendan a la nada que revienta en colores sus mentiras.

Código postal.  Fragmento del relato del libro Carbayón en rojo
© Luis E. García-Riestra
© Fotografía de Arturo Joaquín

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