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El hombre pálido

Hemos tenido la suerte de vivir a su tiempo, de aprender a su paso, y mirar con él adonde él miraba. Fue en el oeste contado en italiano, aquellas felices tardes a oscuras en la sala de cine, cuando conocimos al hombre frío que ajustaba cuentas a disparos; la primera vez que supiste al detalle de su cara y su mirada que allí estaba el tipo que valía la pena. El genio de Leone te pegaba con Clint a la pantalla sesentera en la trilogía del dólar, donde podíamos sentir y ver los cortes diversos del drama con un solo fin, ganar. El actor fue haciendo al personaje en aquel cine de hombres de los años setenta, donde el antihéroe duro Harry Callahan impartía toda una década de justicia policial sin mediación ni arbitrajes; yo no sabía que estaba ya creciendo el hacedor de su propio relato, el escultor de arquetipos filmados, la estirpe de los eternos directores del cine que amamos.     El hombre pálido seguía trazando el paso recto cuando la pantalla era nuestro tiempo de anhelos cambiados. D

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